Hoy, un cuento
Hace mucho tiempo, en un bar, un miembro de este club escuchó a Angélica, una dulce cuentacuentos, una historia que ha permanecido en su cabeza durante todos estos años.
Hoy es tiempo de recuperarla:
Si quieres conocerla pincha aquí (creemos que no te defraudará):
Había una vez un jardín, un jardín enorme, con una hierba muy verde, y pequeños riachuelos que le surcaban. En el centro de este jardín había un pequeño lago, y en ese jardín se reunían todas las virtudes y todos los vicios después de sus correrías por la tierra.
Un día, un día especialmente cálido, estaban todas allí tumbadas y mortalmente aburridas, entonces, la locura dijo:
- ¿Por qué no jugamos a algo?
Todas estuvieron de acuerdo en que las apetecía jugar, bueno, todas menos la discordia, que se alejó refunfuñando.
- ¡Podríamos jugar al escondite! - propuso la imaginación.
-¡Vale, vale! - dijo la locura -yo cuento-. Y comenzó a contar como solo la locura sabe hacerlo:
- Uno, dos, perro, nueve, chocolate... la... la... - Mientras todas sus amigas iban a esconderse.
La mentira dijo:
- Me voy a esconder debajo de estas piedras - Era mentira, y se escondió dentro del lago. La paz se escondió detrás de un olivo, la cólera se camufló dentro de la cola de un escorpión, la fidelidad, que se había escondido detrás de un hermoso arce, vió como detrás de ella iban los celos, por miedo a que alguien tocase a su compañera; la ligereza se escondió en unas cañas, mientras que la fuerza lo hacía detrás de un roble. La caridad, que se había escondido detrás de un avellano, se había antepuesto a la indecisión, a la que ningún lugar le parecía apropiado. Por fín solo quedaba el amor.
- ¿Y, dónde me escondo? ¿y dónde me escondo? ¿y dónde me escondo? -decía. Y al final se escondió dentro del tallo de una rosa.
La locura seguía contando:
- 12, 13, chocolate, dos mil... ¡ya voy! -y comenzó a buscar a sus amigos y amigas.
Nada más darse la vuelta, se tropezó con la pereza, que se había quedado al lado del árbol, por no moverse. Después encontró a la violencia, que había señalado su paso con un rastro de hierba quemada y palomas muertas.
Una a una, todas las virtudes y todos los vícios fueron cayendo, incluso la torpeza, que se había escondido en las alas de un pato y que se había caído cuando la locura pasó a su lado.
Por fín, solo quedaba el amor, pero nadie podía encontrarle. Pero cuando la locura ya daba por perdido el juego, vió como la traición se le acercaba por detrás para decirle...
- El amor está escondido en ese tallo de rosa...
Entonces, la locura se puso muy contenta, y con un cuchillo que le tendió la crueldad comenzó a apuñalar el suave tronco.
- ¡Sé que estás ahí! ¡sé que estás ahí! - decía.
El amor salió gritando de dolor, las heridas cubrían su cuerpo y su cara, y una fina capa de sangre le recubría de pies a cabeza.
Por fin, la caridad pudo curarle todo, excepto sus ojos.
Entonces la locura sintió pena y dijo:
- ¡No te preocupes, amigo amor! A partir de este día yo seré tu lazarillo. Agarrate a mi mano y yo te diré en que corazones debes posar tus suaves besos y a cuales dirigir tus flechas.
Y desde ese día, desde ese día especialmente cálido, dicen que el amor es ciego y siempre va acompañado de la locura.