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Anoche floté con el tiempo

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Fotograma de "Million Dollar Hotel", de Wim Wenders. Una historia de Bono & Nicholas Klein

A todos los miembros del Club de Lectores 2003-2006

Estamos recuperando cientos de documentos en papel archivados desde que fueron publicados en los tres fanzines que se editaron durante este periodo. Aprovechando que hoy mismo hemos conocido que Celeste, una de las chicas que formaban parte de aquella temporada mágica del club, ¡se ha casado en Cádiz!. Extraemos uno de los poemas que compusó para aquella revista "En tinta china" como homenaje y felicitación.

¿Qué puede, amor, con tanta riqueza?
¿qué hace de ti tan inalcanzable dicha?
¿qué mente perversa aparta mi alma de tus sentidos?
¡Que nadie intente alejarme de tu cuerpo! Vendería mil almas a quien lo hiciese para que olvidara tan insensata y cruel acción.
Como el fornido guerrero oculta sus lágrimas, así oculto yo el dolor que tu amor me provoca.
Maldito seas, amor no correspondido. Maldita e inútil lucha la de intentar no quererte.
Completo desconocido: eres tan real como los sueños mismos, y tan extravagante como los personajes que los protagonizan.
Que el sol te queme y el Cielo te oprima con su manto de estrellas por no corresponderme con tu cariño. Muerte al que amo por no reconocerme entre miles. ¡Castigo divino!; porque si no muere, seré yo la que se vea ahogada en un mar de llanto y desconsuelo.
Que el tiempo se aproxime, rápido y ágil, y se lleve su alma perversa.
Alma a la que rindo mis súplicas de amor.
Ni el mar y sus olas, ni el viento y sus huracanes, ni la Tierra y sus terremotos se asemejan a la fuerza con la que te adoro, y los desastres que provocan no tienen comparación con la devastadora acción de tu ausencia sobre mi ser.
El aire me sobra.
Hambre ya no tengo.
La sed ya no existe.
Ni el frio ni el calor surten sobre mi efecto alguno.
Solo tú. Solo tu misericordia podría salvarme; pero no quiero limosnas,
aunque lo quiera todo de ti.
Hasta tus más deplorables acciones son para mí bendición del Cielo.
No quiero ser esclava de tus desengaños.
¡Muere! Muere pero no me des noticia de ello.
Aunque sería imposible no enterarme,
porque cuando subas al Cielo gracias a mis oraciones,
las bellísimas estrellas que estarán a tu lado, se convertirán en escoria a mis ojos,
entonces, nunca más podré dejar de observar el firmamento.
Mis ropas, entintadas de sangre y llanto amargo,
serán el abrigo de tus días.
Y cuando llegue el crepúsculo y el espacio se llene de ti, huiré a tu lado y daré fin, así, a una inútil existencia en la tierra de los vivos.
Al fin, subiré al infinito, y una vez allí, de cerca, te contemplaré eternamente,
hasta el fin de mi muerte.
Silencio... El crepúsculo ha llegado.

Celeste Vicente
Febrero 2004


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