Yo, que maté la melancolía
Ves tú, si, seguro que si, verdad que si. En realidad, no pensaba escribir, así que no soy consciente de que lo hago. A partir de ahora haré como si los dedos fueran solos y apartaré mi conciencia de aquí. Tiene otras cosas menos importantes que hacer. Ella es la que sabe como lavar la ropa, como tenderla, como hacer que se quede con su color.
A mi me gusta el pálido, es aquel de allí, como dice la dependienta, está a medias, entre el todo y los filósofos. La nada y la nada.
No sé hacerlo, sólo soy capaz de posarme sobre el mar sosteniendo la popa de un barco. Pero no quiero ser pirata. Soy melancólico y, ellos se suponen que deben beberse vasos de ron y llevar un garfio para que se enrede con el tirabuzón de la tormenta. Si de esas, de esas que se empeñan en hacer gritar al mar.
Antes todo era distinto. Alguien se podrá preguntar por qué lo sé, si nunca lo he visto. Todos sabéis que soy humano.
Bueno, si no me creéis, lo puedo demostrar.
Lo soy por que me preocupo y tengo un perro que se tira encima de mí cada vez que me ve. Ahora, ya no lo dudareis, eso sólo lo hacen los perros con quienes tenemos corazón.
Tampoco os lo he dicho, pero a veces lo olvido o lo dejo a un lado cuando alguna bella doncella me susurra en la comisura de mis dedos que entre mis manos tengo una historia triste.
Se lo presto un rato, algo siempre me dice que con ella estará feliz.
Mientras lo cuida me doy una vuelta por el pasado, pero no como ser humano sino sería pirata y, ya sabéis que yo no quiero ser pirata.
Sergio