La terrible historia de la muñeca diabólica
-¡Me aburro!- dijo Andrea mientras giraba la cabeza de una muñeca de porcelana.
-¡Andrea, deja de darle vueltas a la cabeza de la muñeca! ¡La vas a romper y es de mi hermana!
-Parece la muñeca de un muerto ¡Es morada! –dijo Ana
-¡Pero que va a ser morada!, es una muñeca india. ¡Andrea, que dejes de darle vueltas a la cabeza!
-…y seis. El número del diablo, ¿os imagináis que hubiese desencadenado una maldición?
-Sí, la maldición de la muñeca diabólica, no te fastidia –dijo Ana con tono sarcástico.
-Bueno, dejaros de muñecas diabólicas y vamos a cenar, y después: ¡fiesta!
Ana, Bea y Andrea se fueron del cuarto, sin darse cuenta de que en las manos de la muñeca habían aparecido tres seises y el símbolo satánico de la estrella invertida.
-Yo creo que es hora de irnos a dormir… Estoy que me caigo.
-Yo voto por eso.
-Yo también.
-Una cosa, ¿Y si de verdad he desencadenado una maldición? ¿Y si esta noche la muñeca viene a vengarse y a matarnos?
-Si, Andrea y que más. ¿También van a venir los gamusinos a darte las buenas noches?
-Muy graciosa Ana, pero una cosa, yo por si acaso no pienso dormir con la muñeca esa en el mismo cuarto, así que la voy a saca… ¡Ah!- Andrea gritó al entrar en la habitación, la muñeca que había dejado sobre la mesa ahora se encontraba sobre la cama.
-¿Qué pasa? Andrea ¿estás bien?
-¡No! La muñeca…la muñeca, yo la dejé en la mesa, y ahora ¡está en la cama!
-Andrea esos es imposible, seguro que con la mala memoria que tienes la dejaste en la cama y no te acuerdas.
-No, en serio, la dejé sobre la mesa, estoy segura, ¡Dios mío! Que he desencadenado una maldición de verdad…
-Deja de decir gilipolleces, mira la saco de la habitación y ya está, ¿vale?
-Pero déjala lo más lejos posible.
-Vale, pero me parece absurdo que tengas miedo de una muñeca.
Bea se iba riendo por el pasillo con la muñeca en las manos, la dejó en el salón y volvió a la habitación, y las tres chicas, pese al nerviosismo de Andrea se durmieron.
La noche transcurría tranquila sin ningún incidente, hasta que dieron las seis y seis minutos de la mañana, y la pequeña muñeca de porcelana se levantó del sofá donde había sido depositada.
-¡Esta es la hora de mi venganza! Tantos años llevo esperando este momento… siempre la gente se ha reído de mí, la muñeca diabólica, la muñeca muerta,… Estas tres lo pagaran y la gente se acordará de mí.
Lentamente entró en la habitación, las tres chicas dormían plácidamente.
-Empezaré contigo, la que me dio la vida, pero igualmente se burló de mí.
La muñeca cogió las manos de Andrea y las juntó con la suyas, unas pequeñas marcas empezaron a aparecer en las manos de la chica, primero un 6, luego otro y después otro más, y por último la estrella invertida. Por cada símbolo que aparecía, repetía una serie de palabras:
- Con este 6 te marco, para que cuando te enamores, tu amado muera sin piedad.
Con este otro, para cuando toques a alguien le marques con los mismos símbolos que llevará a partir de hoy en tus manos, provocándole un cegador dolor.
Con este último, te doy el castigo de vivir para siempre, para que sufras mi maldición.
Por último, con este símbolo, te uno a mi bienhechor, a Satanás, a partir de ahora formarás parte de su harén.
Así fue marcando a las tres chicas, hasta que en las manos de ellas quedaron grabados los cuatro símbolos.
Al día siguiente se levantaron cansadas, pero sin notar las nuevas marcas que tenían en su cuerpo. Cada una se fue a su casa sin saber las desagradables cosas que ocurrirían esa tarde.
Ana recibió la mala noticia de que su novio había sido atropellado por un coche; Bea al ir a tocar a su hermana, la marcó con los mismos símbolos que tenía, provocando que la pequeña comenzase a llorar por el gran dolor que la provocaba; Andrea aquella tarde vio a un extraño hombre de negro que en mitad de la calle le decía:
-¡Querida ahora eres mía, perteneces a mi harén!
Ninguna entendía nada, Ana estaba destrozada por la muerte de su novio, Bea no sabía que le había hecho a su hermana pequeña y estaba muy preocupada, y Andrea pensaba que se estaba volviendo loca.
Los días iban pasando, Bea tenía miedo de tocar a la gente después de lo que le había pasado a su hermana; Andrea se encerraba en casa ya que veía al hombre en todas partes y sabía que no era real, por lo que pensaba que se estaba volviendo loca; Ana no superaba la muerte de su novio y se encontraba hundida.
Un día, las tres decidieron quedar para hablar e intentar volver a tener una vida normal.
Empezaron a pasear y llegaron a un acantilado, las tres se miraron, se agarraron de la mano y saltaron. En el momento en que saltaban, en el fondo vieron a la muñeca que les decía:
-¡Es mi maldición! ¡No moriréis jamás, siempre sufriréis y haréis sufrir a los demás!
Marilés